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SÁBANA SANTA Y EUCARISTÍA

Actualizado: 1 abr 2021

Mtro. Gustavo Aguilera Jiménez

Miembro del Centro Mexicano de Sindonología


Una antigua tradición asegura que la sábana funeraria que envolvió a Cristo en el sepulcro se encuentra en Turín, Italia. Desde hace más de veinte años me he medicado a estudiar la Sábana Santa de Turín, leyendo, analizando, incluso haciendo un viaje de investigación por Europa y Oriente Medio.

Sábana Santa de Turín, tela de lino, 4.40 x 1.13 metros (Barberis)


Comencé mi investigación con absoluta apertura a cualquier posibilidad: fraude o reliquia auténtica. Si resultaba un fraude, lo correcto era evitar que se siguiera embaucando a los cristianos con una tela fake; si se trataba realmente de la sábana que había cubierto el cuerpo de Cristo, con su sangre, con su imagen, eso merecía hacer que se conociera en todo el mundo, porque se trataría de “la reliquia más importante de la Cristiandad”, así como la había descrito san Pablo VI en los años 70´s.

Hoy día, los estudios científicos que por más de un siglo se han hecho a la sábana de Turín nos brindan elementos suficientes para poder afirmar con absoluta certeza que la Sábana Santa de Turín tiene dos mil años de antigüedad, envolvió a un hombre con idénticas características a las de Cristo Crucificado. Son cientos los estudios de polen, de sangre, de anatomía, medicina forense, estudios de física y química, mineralogía, microscopía, óptica, historia, arte, numismática, ciencia de los tejidos antiguos y otros que avalan su autenticidad. Con los datos de la ciencia en la mano, la lógica aristotélica nos ayuda para deducir que es imposible que el cuerpo que envolvió la Sábana Santa no sea el de Jesucristo. Esta tela contiene sangre de Cristo y la imagen de Cristo crucificado, brindándonos detalles escalofriantes de su Pasión y muerte.

Negativo fotográfico de la Sábana Santa de la imagen frontal (Enrie 1931)


Entiendo que quienes se aproximen por primera vez a la Sábana Santa puedan dudar o tratar de conocerla sin emitir juicio. Lo comprendo. Pero, honestamente, yo no puedo hacerlo así, yo ya recorrí ese camino de investigación y tengo la certeza de su autenticidad.

Una vez aclarado este punto fundamental, quiero reflexionar sobre la relación estrechísima entre Sábana Santa y Eucaristía. Aprovecho para hablar sobre esto ya que este Jueves Santo conmemoramos la institución de la Eucaristía, que es ese hermoso regalo de la presencia de Cristo (cuerpo, alma y divinidad), bajo las apariencias de pan y vino. Dios sabe que somos seres humanos sensibles y, de vez en cuando, descorre el velo del misterio en los milagros eucarísticos y nos permite ver la realidad de su presencia eucarística. La Sábana Santa nos muestra el sacrificio de Jesús por nosotros, y ese humano-divino sacrificio es el núcleo de cada misa.

En 1981 dos equipos médicos, uno norteamericano (Heller y Adler) y otro italiano (Baima Bollone), analizan de forma independiente muestras de las manchas de sangre recogidas de la Sábana Santa. Ambos equipos terminan afirmando que se trata de sangre humana (glóbulos rojos, albúmina, bilis) y sangre tipo AB, poco común en el mundo, más abundante en la Palestina actual.


Muestras de sangre extraídas de la Sábana Santa, sangre humana tipo AB.


Este solo hecho descarta por completo la teoría del pintor medieval, que desgraciadamente sigue circulando en medios de comunicación y en el ideario colectivo.

Los análisis de la Sábana Santa con luz ultravioleta muestran que algunas manchas de sangre contienen un halo de suero alrededor. Por otra parte, médicos forenses comprobaron que está diferenciada la sangre venosa de la arteriosa en la sábana de Turín, y que esas manchas son coherentes con la posición de venas y arterias en el cuerpo humano. Es imposible que un artista medieval conociera la diferencia de sangre venosa y arteriosa.

Por lo tanto, en la Sábana Santa hay sangre humana, sangre de varón (un laboratorio de Texas logró identificar los cromosomas X y Y), hay sangre arteriosa y venosa, tipo AB, que es más común en la Palestina actual.

Eminentes científicos han analizado la carne y sangre de varios milagros eucarísticos, del más antiguo (Lanciano, del siglo VIII) y desde luego de los más recientes como los milagros de Tixtla, México, y Sokolka, Polonia. En todos los casos obtiene el mismo resultado: la carne es de corazón humano (miocardio) y la sangre es de tipo AB, igual que la sangre de la Sábana Santa y el Sudario de Oviedo.


Milagro eucarístico de Lanciano, Italia. Carne de miocardio, sangre tipo AB.


Mientras más estudio la Sábana Santa, más se definen ante mí, en toda su crudeza, los terribles sufrimientos de Cristo en su Pasión. La reliquia de Turín muestra el cuerpo de Cristo herido de arriba abajo, por delante y por detrás. En su cuerpo no encuentro un solo espacio sano, todo está lastimado, llagado, lacerado.

San Juan Pablo II le dijo a Emanuela Marinelli, una de las expertas en la Sábana Santa a nivel mundial, que Dios NOS había dejado la Sábana Santa junto a los sacramentos. Karol Wojtyla era un gran filólogo, un gran teólogo y tenía razón. Un sacramento es un signo sensible de una gracia invisible. Y la Sábana Santa es exactamente eso: un signo tan sensible que podemos tocarla, analizarla al microscopio en un laboratorio, es signo sensible de la mayor gracia que hemos recibido los seres humanos, la gracia del Calvario, la gracia de la Redención.

El sacramento de la eucaristía, lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1362, es el memorial, la actualización de la Pasión de Cristo, es la actualización del Calvario. La misa nos lleva hasta los pies de la cruz de Cristo, al mismo momento en que Cristo se ofrece al Padre por nosotros.

Al contemplar los estragos de la Pasión en el cuerpo de Cristo, con el realismo que quedó plasmado en la Sábana Santa, no nos queda más que pedir perdón y dejarnos amar así, con toda su sangre, con todo su dolor y con todas sus lágrimas.

“Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz y por sus heridas hemos sido curados” (Isaías 53).


Imagen del negativo fotográfico de la Sábana Santa, que se comporta como positivo natural.

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