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MENTE Y CORAZÓN, DOS VELOCIDADES

No basta conocer la Verdad, hace falta abrazarla con el corazón


Mtro. Gustavo Aguilera Jiménez


Alexis Carrel, gran médico francés, premio Nobel, presenció, con sus ojos ateos, la milagrosa curación de una de sus pacientes desahuciada por tuberculosis. Había dicho que si ella se curaba, él se haría monje. ¿Se hizo monje después de ese viaje a Lourdes y ser testigo directísimo de la curación instantánea? Tardó años en convertirse del todo.



Las personas no somos solo intelecto. Alexis Carrel vio con su mente que hubo una respuesta desde el plano sobrenatural a la oración. Su mente vio con claridad que hay leyes superiores a las leyes de la materia, se le desveló una orilla del telón que separa el mundo material y el sobrenatural. Pero no fue suficiente para que abrazara la fe. Las personas no somos solo intelecto, también tenemos corazón, voluntad, libertad. Para Carrel el paso, tomar la decisión completa con todas sus consecuencias, requirió años.

El mismo fenómeno vemos en el gigante bondadoso de G. K. Chesterton. Escribió Ortodoxia catorce años antes de su bautismo y entrada en la Iglesia Católica. En este libro publicado en 1908 defiende a la cristiandad como lo pudiera hacer el mejor filósofo y teólogo católico.

“Como todos los niños serios, intenté ser un adelantado a mi época. Igual que ellos, me esforcé en ir diez minutos por delante de la verdad. Y descubrí que iba mil ochocientos años por detrás” (Chesterton, Ortodoxia, cap. 1).


Benedicto XVI habla en varios discursos y escritos de la sabiduría milenaria del cristianismo. Esta sabiduría viene a iluminarnos también esta realidad de la unidad-dual del hombre (cuerpo y espíritu, mente y corazón), en la que el espíritu inmaterial es ágil y el cuerpo y emociones ligados a lo material, son tardados. “El espíritu está pronto, pero la carne es débil” les explicó Jesús a sus discípulos en El Huerto de los Olivos. El desequilibrio que generó en nosotros el pecado hace que vayamos a dos velocidades, como le sucedió a Carrel y a Chesterton. Por esto conocemos que no basta conocer la Verdad, hace falta abrazarla con el corazón.

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